12 de abril de 2008

Templos modernos I: El gimnasio,


Hoy analizaremos a uno de los lugares de culto de la actualidad. ¿Quién no ha pisado, aunque sea una vez en la vida, un gimnasio? Confieso que la única vez que empecé, duré tres semanas y huí despavorido. Definitivamente, eso no era para mí.


No creo que sea supérfluo repetir que no deseo ofender a nadie con lo que digo, ni juzgar a cualquiera por lo que haga. Simplemente intento hacer reflexionar a la gente y lucho para que todos recordemos que nuestra cabeza la tenemos para algo más que para peinarnos…


Sería bueno para comenzar el artículo, acudir a algo de historia y etimología: La palabra gimnasio “deriva del griego común gymnos (γυμνός), que significa desnudez y también está relacionada con el verbo gymnazein, cuyo significado especial era "hacer ejercicio físico". Este verbo poseía ese significado debido a que el ejercicio se realizaba sin ropa. Históricamente el gimnasio era usado para el ejercicio, baño comunal, centro de estudios y punto de reunión para filósofos.”[1]


Me parece interesante resaltar la parte en itálicas para comparar lo que era el gimnasio de los griegos con el gimnasio contemporáneo. En la actualidad hemos separado, casi totalmente la educación física de la teórica. Prácticamente, las dos están divorciadas, ya que en los colegios se imparte una materia que precisamente tiene el nombre de educación física, donde raramente cumple con su objetivo y en donde sólo se juega a algún deporte que mantenga entretenidos a los chicos.


De más está decir, que en el gimnasio difícilmente haya alguna actividad distinta de la física. Solamente podemos ejercitar nuestras neuronas, acercando la vista al televisor. Es más, se suele recomendar acudir al gimnasio para evitar el cansancio y el estrés que provoca el esfuerzo psíquico.



Creo que vamos por mal camino si creemos que la formación integral de la persona en su niñez y adolescencia, se concreta con dos o tres horas de educación física obligatoria. Pero éste no es el asunto que nos convoca; no es el tema por el cual le puse el título a este artículo.


Tampoco creo que el gimnasio tenga que volver a lo que era en la Grecia clásica y dedicarnos a filosofar con el de al lado acerca de si las pesas tienen el mismo ser que los aparatos o si las personas que percibimos por los sentidos son realmente como son o son un engaño de los sentidos (o del pantalón).


En fin, intento abogar por un gimnasio que desarrolle el cuerpo humano, pero no que desarrolle tontos narcisistas pobres de espíritu. Y en virtud de eso doy mis propuestas:


1. Evitemos ir a correr a los gimnasios. Vayamos a los parques, que hay muchos en todos lados e intentemos percibir cosas distintas que el espejo que está enfrente, que el televisor en Cartoon Network, o en la novela brasileña. Sabemos que cualquier rutina se hace aburrida y genera la pérdida de interés de nuestra parte. Para evitar que esto pase, el salir a correr a otro lugar es una actividad perfecta. Intentemos observar cosas que no habíamos visto, separar sonidos que percibimos de forma conjunta, respirar un poco de aire que no esté tan viciado. Aunque sea hagámoslo antes de ir al gimnasio. Quizás el ejemplo sea un poco cruel: Pero la persona que corre en la cinta me hace acordar al roedor que lo hace con una rueda dentro de su pecera. Y así como nos parece un poco ridículo lo del roedor, consideramos de lo más normal lo que cualquiera hace en el gimnasio.


2. Intentemos lograr un desarrollo armonioso del cuerpo, evitando extremos y recordando que no hay nada más subjetivo e imparcial que el concepto que tenemos de nuestro cuerpo.


3. Recordemos que como hombres somos una unidad psicofísica espiritual y social. Por lo tanto no nos olvidemos que para desarrollarnos completamente, para formarnos; requerimos una instrucción en todas las dimensiones de la vida humana. No dejemos que una sola nos absorba y nos impida continuar con las otras.


Creo que en parte, todos estos problemas se pueden dar (me refiero a los que mis propuestas intentan evitar), por la carencia del ánimo lúdico que tiene el gimnasio. El gimnasio no es divertido. En cualquier deporte uno siente muchas veces la recreación de practicarlo. Porque suele haber un contrario, que nos impide el triunfo y ante el cual creamos distintas situaciones para que no logre su cometido. Justamente, hablamos de recreación, como un volver a crear y generar situaciones nuevas.


El gimnasio es un “juego de a uno”. Es decir, no requerimos del otro que es una medida para comprobar nuestros progresos. Acá no hay posibilidad de abrir la mente, ni de alteridad. Es simplemente uno contra la máquina y la única superación que se puede dar es levantar más peso, o hacer más repeticiones.



Termino con una idea fundamental, que propugnaba Descartes: Las cosas no son buenas ni malas, sino que lo que es bueno o malo es el uso que le dan los hombres. Por lo tanto, no demonicemos, ni santifiquemos al gimnasio. Pero cuidémonos de no equivocarnos con lo que hacemos…



[1] Wikipedia.

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