13 de octubre de 2008

Mecanismos lingüísticos encubridores y falsos dispensadores de responsabilidad, o "Las cosas como son"


"En su análisis del impersonal uno, Heidegger toma como base las formas lingüísticas que suprimen la definición precisa del “quién” y que remedan, de manera degradada, al sujeto trascendental kantiano, válido como instancia igualadora de todas las conciencias o identidad esencial de todos los humanos. Ese sujeto impersonal está representado por el uno y el se"[1] (impersonal).

Ahora en castellano: Heidegger es un filósofo alemán (para muchos uno de los más grande del siglo XX, junto a Sartre y otros). Su obra más famosa es "Ser y tiempo". Justamente se destaca en la ontología (el estudio del ser). Es considerado como el mayor exponente del existencialismo laico y su obra se enseña en todo el mundo.


Es cierto: Heidegger cuidaba su figura.

Hecha la presentación pertinente pasamos al mensaje: El autor intenta mostrar como ciertas frases usadas por el común de la gente legitiman a quien lo dice, precisamente porque engloban a todos. Para que quede más claro, veamos algunos ejemplos:

1a) A uno le suelen costar ciertas cosas.
2a) Uno se esfuerza y se esfuerza pero nunca lo logra.
3a) Se dice que las cosas se hacen de esta manera.
4a) Se juzga de forma totalmente irracional.

Veamos. En el primer ejemplo y lo mismo en el segundo: ¿No cambia mucho el sentido de la frase si en vez de "uno", ponemos un pronombre de primera persona singular?

1b) A MÍ me cuestan ciertas cosas.
2b) YO me esfuerzo y me esfuerzo pero nunca lo logro.

Lo mismo ocurre con los dos últimos ejemplos que podemos contextualizarlos de la siguiente manera:

- ¿Por qué tengo que hacer las cosas así?
(3a) - Se dice que las cosas se hacen de esta manera.

Distinto sería:

- ¿Por qué tengo que hacer las cosas así?
(3b) - Porque YO digo que las cosas se hacen de esta manera.

Notemos como la situación es prácticamente la misma. Sin embargo, al leer, casi de forma inocente, cambiamos la entonación en la segunda respuesta, diciéndola de forma mucho más brusca y cortante.

Y con el último ejemplo:

- Este tipo tiene que ir preso de por vida.
(4a)- Hay que ver, yo creo que a veces se juzga de forma totalmente irracional.

No es lo mismo que:

- Este tipo tiene que ir preso de por vida.
(4b)- Hay que ver, yo creo que a veces VOS juzgás de forma totalmente irracional.

Observamos como en el primer caso se da una respuesta negativa pero respetuosa ("polite" podríamos decir) y en el segundo prácticamente se descalifica al otro.

Ahora, volviendo al comienzo, nos preguntamos específicamente por qué cuando uno [2] usa estas palabras, el choque dialógico se nota mucho más. Es decir, por qué puede ser mucho más ofensivo o puede sentirse mucho más atacado el que escucha. O también por qué a veces suenan como mensajes autorizados, como dogmas (incapaces de ser refutados). Ya adelantamos algo: En el "uno", en el "se", entra la humanidad entera (el sujeto trascendental kantiano del que se habla en el primer párrafo). Es decir ya no soy yo al que le cuesta, ya no soy yo el que se esfuerza y no lo logra; sino que a todos les ocurre lo mismo; por lo tanto no es tan grave y es entendible que pase. Tampoco soy yo el que decide como se hacen las cosas, sino que es el común de la gente el que lo hace. En cuanto al cuarto ejemplo ya no sos vos el que juzga irracionalmente, sino que todo el mundo lo hace. Por lo tanto entiendo tu error y no te desapruebo por eso.

"¿A qué viene todo esto?" Se podrán preguntar ustedes. Es decir es un comentario interesante, pero parece más una pintoresca digresión que casi no hace al fondo de una cuestión. Da la impresión que esto sólo nos puede servir para mejorar nuestra oratoria, pero no nos hace reflexionar demasiado. Sin embargo creo que no es así. Y quisiera dar otro ejemplo para fundamentar mi negativa (que dicho sea de paso hace entender un poco más el título del comentario): Espero que todos recuerden a Juan Martín. Él era el nene que en la entrada anterior, comentábamos que jugaba con su autito y corría la pelota. En fin, supongamos que Juan Martín, aprovecha un día que no está la mamá, y empieza a jugar con los perfumes de ella. Comienza a armar un fuerte para sus soldaditos. Uno por uno los coloca y llega un momento en que como tiene que alcanzarlos en puntitas de pie (pues están encima de la mesa), se le resbala uno, se cae y se rompe. Juan Martín desesperado, intentará tapar todo lo que hizo pero no tendrá el resultado esperado, porque seguramente su madre se dará cuenta de todo lo que hizo y le preguntará:

- ¿¡Qué pasó con mi perfume!?
- Se cayó y se rompió.

Notemos que despersonalizado que queda y como cambiaría si el nene dijera: "Yo lo tiré y a mí se me rompió": Con esa confesión, lo ponemos, mínimo, con diez años de reclusión perpetua. Es claro que la culpa que se percibe es mucho mayor con la segunda respuesta que con la primera, a pesar de que el hecho sea el mismo. Sin embargo suena mucho más adulto y más serio en el segundo caso.

Ahora bien, este caso inventado, que hasta nos puede arrancar una sonrisa, rememorando tiempos pasados o por el solo hecho de la imaginación, tiene correlatos en las personas grandes. Y creo que mi caso no es la excepción.

Para terminar: Como hacen los abogados en los congresos, hacemos una propuesta de ley/declaración (de lege ferenda):

Art. 1: Reconocemos la importancia de la responsabilidad, en el sentido de responder por los propios actos. Consideramos que nos hace más libres y nos acerca más a Dios.

Art. 2: Se prohíbe el uso de mecanismos lingüísiticos encubridores y falsos dispensadores de responsabilidad, atentos a que no ayudan al hombre a lograr incrementar su dignidad como ser humano y sólo lo hacen esclavo de las mentiras que lo degradan.



[1]Zuleta, Estanislao; http://www.almargenonline.com/pdfs/23/Zuleta.pdf
[2]Se me escapó, sale casi sin quererlo, je.