30 de junio de 2008

20 de junio.


Así dicen los nenes:

Mi bandera es celeste y blanca.

Como las nubes y el cielo,

con un sol en el medio

de un día soleado.


A mí me encanta izar la bandera,

todas las mañanas en el colegio.

Por eso me pongo muy feliz,

cuando la seño me elige para hacerlo.


Me gusta verla a ella,

alta en el cielo

y ver como la mueve con el viento,

sin parar.


Pero no me gusta arriarla.

Porque es cuando acaba el día,

cuando el sol se esconde,

y el cielo se entristece.


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Así dicen los grandes:

Nuestra bandera.

Enarbolada por Belgrano,

una cálida mañana de febrero

en las barrancas del río Paraná


La reina del Plata,

orgullosa diosa del Olimpo,

se impone llena de coraje,

desafiando a todas las naciones.


Dichosos aquellos que izaron nuestra bandera.

Que lucharon en las guerras de la independencia,

que regaron con sangre, sudor y lágrima esta tierra.

Que sufrieron a cambio de lo mejor que se le puede dar a alguien:

La satisfacción por el anhelo cumplido.


Dichosos aquellos que izaron nuestra bandera.

Que trabajaron de sol a sol

para conseguir una magra retribución.

Que con su esfuerzo forjaron la patria

y amaron los frutos de su suelo.


Dichosos aquellos que no se dejan caer

aunque caminen por la cuerda floja.

Pues saben que el esfuerzo bien lo vale,

y que nadie les quitará el aplomo.


Malditos quienes arrían nuestra enseña.

Porque fomentan desunión y

prefieren su provecho al de todos.

Porque levantan falsas banderas,

escondiendo intereses mezquinos.


Malditos quienes ensucian la pureza,

y esterilizan tierra fértil

con odios revanchistas

e inútiles gritos histéricos.


Malditos quienes tienen oídos sordos.

Ojos ciegos y manos insensibles

son sus características.

Muecas grotescas son sus sonrisas...

¿Y tú, querido lector?

¿Caminas acompañado de la dicha?

¿O la desgracia siempre te acecha?



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