22 de noviembre de 2008

Elogio del fracaso.


Ante la silbatina y el abucheo general, el equipo desciende al vestuario, mirando nada más que al suelo. Era la quinta derrota al hilo y ésta había calado hondo: 3 a 0 de local. Los jugadores no podían entenderlo. Habían dejado todo. De hecho casi no podían caminar del cansancio. El esfuerzo había sido arrollador, pero aquella tarde uno de los arcos estuvo cerrado (y no era precisamente el contrario).

"Me importa muchísimo ganar y para eso quiero que mis equipos jueguen bien, pero entiendo que se puede no ganar y que eso no necesariamente tiene que significar un fracaso. El fútbol no es una cuestión matemática."[1]

En los vestidores, reinaba la angustia y la desazón de caras largas. Todos se ducharon, sólo el ruido de las gotas al caer rompía el silencio, y se levantaba como vapor.

Después, la charla técnica de costumbre: "que estuvo bien, que ya van a salir las cosas, que hay que estar tranquilos, que tenemos que marcar un poco más, que no nos caigamos, que de ésta se sale trabajando..."

El capitán se levantó del banco, tomó su bolso y comenzó a caminar hacia su auto. Apenas se acercó al mismo, recomenzaron los chiflidos y los insultos. Más de cuarenta hinchas lo esperaban para gritarle atrocidades. Temió por algún piedrazo contra su coche, pero nada ocurrió. Eso lo tranquilizó un poco. Se puso a pensar.

"Y cuando perdés (...) hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste"[2]

Reflexionó acerca del éxito: Había tenido tiempos mejores, donde la gente le sonreía en la calle y lo felicitaba porque el equipo era una orquesta. Él era el director, el que manejaba la batuta. Lejos estaban aquellos días de gloria. El peso de la edad es invencible y eso se sentía. Por unos segundos añoró mejores épocas y la nostalgia se hizo carne.

Por un momento se dio cuenta que todo hubiera cambiado en aquella jugada. Era una cuestión de dos centímetros. Si en vez de haber estrellado el remate en el poste, se hubiera colado hacia el fondo de la red, todo sería una historia distinta. En aquel momento, todavía iban cero a cero y al equipo se lo notaba con confianza. Se dio cuenta que el azar es quizás mayor de lo que parece.

"La virtud y la fortuna, entonces, trazan los márgenes entre los que discurre la política"[3]

Desgraciadamente la fortuna, es incontrolable, como un monstruo pequeño que puede ser dominado. Pero que un día, cuando uno menos lo espera, destruye su celda y vulnera todos nuestros esquemas. De poco vale estar preparados, nos ataca cuando dormimos y es sabido que no podemos dejar de dormir...

El capitán seguía cavilando. Se le ocurrió que todo esto quizás eran excusas autoindulgentes para evitar echarse culpas sobre lo que ocurría. Como si intentara no sentirse tan mal. Pero pensaba qué otra cosa podía llegar a hacer: Todas las mañanas se levantaba temprano para entrenar y no pocas eran las noches donde se quedaba hasta tarde mirando videos sobre que debía mejorar.

“Denle ese mensaje a la gente, a los ignorantes díganle: el que pierde es un inútil, porque así está planteado.”[4]

Le dolía, pero esa no era la manera de terminar. Llegando al ocaso de su carrera, no esperaba un campeonato, pero tampoco esto. No estaba muy seguro de lo que pensaba hacer después, pero no quería retirarse así.

Se concientizó: "A partir de mañana voy a trabar con la cabeza". Poco le duró ese pensamiento eufórico. Recordó que eso mismo había dicho las últimas semanas, pero las cosas seguían saliendo igual.

¿Y qué ocurriría si nada se modificaba antes del fin del torneo? Faltaban siete fechas y al paso que iban, dejaría al equipo en zona de descenso directo. La gente lo recordaría por su falta de valentía, por irse cuando la cosa se pone difícil. Sabía que no era así, que él había prometido dejar el fútbol, que tenía que dedicarle tiempo a cosas más importantes y que no podía volver atrás. Pero igualmente le molestaría que la gente dijera todo eso.

Estacionó y bajó de su auto. El reflejo del sol en lo alto lo cegó por un segundo.


En lo alto. Quizás ahí estaba la respuesta:

"En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal."[5]
Antes de entrar, se acordó de una canción que muchas veces lo había marcado:

"...En las buenas y en las malas mucho más."

La paradoja había sido marcada.



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[1] Bielsa, Marcelo; Frases Bielsistas; http://frasesbielsistas.blogspot.com/
[2] Bielsa, Marcelo; ob. cit.
[3] Maquiavelo, Nicolás; El Príncipe; ed. Longseller; 2005; pág 18; http://books.google.com.ar/books?id=mkNDNP8B9C4C&printsec=frontcover&dq=maquiavelo+el+pr%C3%ADncipe&ei=jSEoSanNMJCoMsqAtc0E&client=firefox-a#PPP1,M1
[4] Bielsa, Marcelo; ob. cit.
[5] Bielsa, Marcelo; ob. cit.